A primera hora de la noche, la central recibió el llamado de un vecino de Stefenelli. Del otro lado de la línea, un hombre apenas podía explicar lo que ocurría: su bebé estaba ahogado, sin responder y con signos de estar perdiendo el aire.
En ese clima de angustia extrema, la operadora activó inmediatamente el protocolo de asistencia telefónica para emergencias pediátricas, manteniendo la calma pese a la tensión que atravesaba a quien pedía ayuda.
Luego, mientras el padre intentaba llegar por sus propios medios al Sanatorio Juan XXIII, la operadora comenzó a dar instrucciones precisas para realizar la maniobra de desobstrucción de vías respiratorias en lactantes. Con un tono firme pero contenedor, logró que el hombre siguiera cada paso, incluso cuando los nervios le dificultaban responder con claridad. Esa guía fue clave para sostener el control de la situación.
A continuación, cuando la desesperación parecía ganar terreno, el momento más crítico, de repente el sonido del llanto del bebé irrumpió a través del teléfono.
La operadora permaneció en línea, acompañando cada movimiento y verificando que la respiración se mantuviera estable hasta el ingreso al centro de salud. Recién entonces, con el menor en manos del equipo médico, la comunicación pudo cerrarse.
Este episodio volvió a poner de relieve la importancia del entrenamiento constante de los operadores del 911 RN Emergencias. Cada procedimiento, cada simulación y cada actualización técnica están pensados para que, en situaciones límite donde cada segundo pesa, el personal pueda actuar con templanza y eficacia.